viernes, 16 de marzo de 2012

Los niños, la crisis y la sinceridad

Ayer encontraba en el periódico un artículo en el que se recogían parte de los resultados de un peculiar estudio, elaborado por el Instituto de Orientación Psicológica, que llevaba por título "Percepción de la realidad de los niños españoles: otra visión de la crisis". Leyéndolo volvía a caer en la cuenta de uno de los errores que los adultos cometemos, probablemente, con demasiada frecuencia: percibir a nuestros menores como a unos seres frágiles (y a veces incluso ignorantes) a los que hay que proteger de cualquier atisbo de dolor, tristeza o frustración.

Sin ir más lejos, desde que empezara la crisis, ¿a cuántos padres de familia hemos visto con nuestros propios ojos preguntarse de qué manera se le puede explicar a un hijo que hay mucha gente que ya no tiene trabajo o, peor aún, que la economía doméstica va en picado y ya no se pueden tener tantos caprichos como antes?

Poniéndoles a ellos como excusa, a menudo se opta por la que en realidad es la solución más fácil para nosotros mismos: fingir. Ahorrarse las explicaciones, ocultar la realidad y aparentar que todo va como siempre para no dañarle. De lo que no solemos percatarnos es de que, lejos de hacerles favor alguno, con esta actitud no sólo les estamos subestimando, sino que es como realmente les podemos estar causando un daño real, aunque involuntario: y es que ellos no son tontos. De hecho, me atrevería a afirmar que los niños tienen una habilidad especial a la hora de percibir que algo va mal.

En propias palabras de Francisco Rodríguez, psicólogo infantil y portavoz del Instituto EOS, los pequeños "captan todo lo que ocurre a su alrededor. No sólo los acontecimientos, sino también los estados de ánimo y las emociones de los adultos". Lo que no perciben son los porqués ni las auténticas razones. Y es precisamente aquí donde nuestra sinceridad (adaptada siempre a su edad, como es obvio) adquiere toda su importancia: explicándoles la realidad tal cual es podremos evitar que lleguen a sentirse culpables por no entender lo que está sucediendo o que el verdadero origen del problema se halla en realidad muy lejos de ellos.

Dejando un poco mis disertaciones de lado, tengo que deciros que si por algo merece la pena el trabajo del que hablaba al comienzo es por las explicaciones y, sobre todo, por las soluciones que los propios protagonistas del mismo aportan para poder enfrentarse con éxito a esta crisis galopante: besos y abrazos, jugar con ellos, sonreír, actitud positiva y cuidarse más, entre otros.

Pura inocencia, sí. Probablemente la que nos falta a los mayores y nos otorgaría más probabilidades de éxito... ¡Cuantísimo tenemos que aprender de ellos!



Fragmento de Informativos Antena 3 (15/03/2012).

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